
Los dos años de aislamientos y restricciones sanitarias alteraron el comportamiento de los virus a nivel global. Los expertos coinciden en que el ansiado ocaso del COVID-19, si es que la actual meseta de contagios se mantiene pese a la circulación de nuevas variantes, no implicará el fin de las enfermedades epidémicas.Mientras el coronavirus disminuye su poder de fuego, otros virus resurgen, comportándose de formas nuevas y diferentes.
En enero de este año, el adenovirus 41, generalmente responsable de enfermedades gastrointestinales, se convirtió en la causa aparente del brote de hepatitis aguda de origen desconocido entre los niños pequeños. Desde mayo, el brote reciente de viruela del simio, una rara infección viral que se encuentra habitualmente en África central y occidental, está desconcertando a los expertos en salud con más de 1.100 casos confirmados en 29 países donde la enfermedad no es endémica.
El virus de la viruela del mono pertenece a la misma familia que el virus de la viruela, que mató a más de 300 millones de personas en todo el mundo (más de uno de cada cinco de todos los infectados), hasta que una vacuna eficaz eliminó por completo la circulación del virus hace más de 40 años.
En los últimos años, ¿el mundo se convirtió en un lugar más propenso para las epidemias? Algunos expertos sostienen que una multiplicidad de factores generan un terreno propicio para la propagación de nuevas enfermedades infecciosas: la mayor movilidad global y urbanización, el vínculo estrecho con animales salvajes, el cambio climático y la polución, la debilidad de los sistemas de salud pública y recientemente, la baja en las coberturas de vacunación contra las patologías inmunoprevenibles, en gran parte debido a la pausa y restricciones de movilidad que impuso la pandemia de coronavirus.
Fuente: Infobae